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Al pasar un lugar donde están fumigando un chapulín se posa en el cristal delantero. Me pregunto si el insecto, huyendo de los venenos, habrá decidido venir con nosotros en busca de un nuevo hogar. |
El hermoso paisaje yucateco de mis recuerdos se desvanece. Las carreteras rodeadas de selva y llenas de mariposas amarillas están ahora decoradas con campos deforestados, personas fumigando y botes de herbicidas vacíos.
Pasamos por un lugar donde están echando herbicidas y un chapulín se posa en el cristal delantero. Me pregunto si el insecto estará huyendo de los venenos buscando un nuevo hogar.
Tras instalarnos en el hotel salimos a pasear por la ciudad. Visitamos el pequeño museo de la catedral y las murallas del fuerte. Campeche ha sido declarada recientemente Patrimonio de la Humanidad.
Desafortunadamente, como la mayoría de las ciudades modernas, las calles de Campeche no tienen árboles y sin sombra hace un calor infernal. Decidimos abandonar el paseo y buscar refugio en el fresco de una iglesia. Medito un rato sentado frente a una imagen de San Francisco, otro de los muchos "locos" que intentó que la sociedad comprendiera el valor de la naturaleza.
Bote de herbicidas vacío en el camino entre Santa Elena y Campeche |
Es un hecho probado que los árboles regulan las temperaturas y purifican el aire que contaminan los automóviles.
Sus ramas, además de dar sombra, cobijan a muchas aves dando alegría a los lugares.
Un árbol de aguacate maduro puede dar una media de 300 kilos de frutos por año. Se podrían también sembrar árboles frutales que darían de comer a las personas.
Después del atardecer nos vamos a cenar al Restaurante Marganzo, un lugar de comida mexicana tradicional.
El dúo Los Navegantes, que componen Julio Cano y Freddy Damián, nos canta algunas canciones tradicionales mexicanas: Reloj no marques las horas...Detén el tiempo en tus manos...
Entre canción y canción conversamos con los artistas sobre las tradiciones yucatecas. Campechano en el diccionario significa: Que se comporta con llaneza y cordialidad, sin imponer distancia en el trato. Los músicos nos demuestran que los campechanos son verdaderamente personas humildes y amistosas.
Después de cenar caminamos un rato hasta unas terrazas que están muy cerca del restaurante y cuando estamos llegando sucede algo que nos hace salir corriendo del lugar.
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Puerta en el centro de Campeche |
Un viejo campechano, con una sonrisa en la cara, comiéndose un bocadillo, se acerca y nos dice con tono jocoso: ¡Vean señores, nos están exterminando como a las cucarachas!
Aunque el asunto de la fumigación no es para reírse, la broma del anciano es buenísima y todos nos reímos a carcajadas.
Sabemos que los químicos provocan, en mayor o menor medida, problemas en la salud. No hay excepción.
Todos, sea por ingestión, por el contacto con la piel o por la respiración, incluyendo los de limpiar los platos, los cristales o el suelo, afectan a nuestra salud a corto o largo plazo.
A las demás personas parece no importarle que estén rociando la calle con herbicida. ¿Será posible que nadie sepa que los herbicidas dañan la salud? El anciano sonriente, uno de los pocos que parece haberse dado cuenta del asunto, se aleja tranquilamente mientras se come su bocadillo.
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Una imagen de la Virgen María en el museo de la Catedral de Campeche |
Lo que digo no es superstición. Uno de los herbicidas que fotografié cuando veníamos en camino contiene glifosato.
Los efectos secundarios que sufren las personas expuestas a este químico son similares a los de la alergia y se pueden ver en esta página del Semarnat.
El glifosato está siendo señalado como uno de los principales culpables de la muerte de millones de abejas en todo el mundo. Yucatán es un lugar donde la apicultura es, como en mi tierra, una fuente importante de empleo. Me pregunto si sabrán los apicultores yucatecos que estos herbicidas podrían hacer un gran daño a sus colmenas.
El pueblo donde nací y viví toda mi infancia, Prado del Rey, en la Sierra de Cádiz, es el lugar con más apicultores por metro cuadrado de España. Muchos de esos apicultores son mis familiares y amigos. Todos me cuentan que las abejas mueren cuando se aplican los herbicidas.
Aunque todos lo han visto con sus propios ojos y sus conclusiones vienen de la experiencia, su opinión no importa porque del otro lado está la palabra de las grandes empresas multinacionales y de los científicos que ellas mismas controlan, unos científicos "oficiales" a los cuales ni los gobiernos ni la prensa se atreven a contradecir.
Recuerdo que en mi juventud sentí mucha tristeza cuando un año las abejas de mi padre se murieron. Para los "científicos" era un misterio y decían no encontrar una explicación razonable. Hoy, años después, me pregunto: ¿Sería el uso de estos químicos, que se introdujeron en España a mediados de los años setenta, lo que las mató?
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Obra de la artista surrealista Leonora Carringtonen una calle de Campeche, Península de Yucatán. |
Supongo que Jesucristo, cuando habló en su Parábola de la mala hierba de separar el trigo de la cizaña, no imaginó que dos milenios después, los seres humanos tomarían como "misión divina" destruir todas las "malas hierbas" del mundo con sus herbicidas.
Estas plantas que destruyen los herbicidas, llamadas despectivamente maleza o malas hierbas, mantienen viva la capa fértil de la tierra y evitan la erosión. Sin ellas la tierra se enferma y se muere.
El problema del uso de estos venenos no es un problema exclusivo de Campeche, ni de Yucatán, ni de México, ni de España: El problema de los agroquímicos es un problema mundial.
Cerca de la madrugada el dios maya de la lluvia Chaac comienza a soltar rayos y truenos. Observando la lluvia caer por la ventana me quedo dormido.
El dúo los Navegantes cantando Malagueña Salerosa en el Restaurante Marganzo de Campeche. Una de las cosas más bonitas de México es que aun se conserva el valor de la música en vivo en los restaurantes.
La carretera de la muerte
Amanecer en el centro de Campeche |
Cuando llevamos una hora de camino observo que una mariposa amarilla se estrella contra el cristal delantero. El insecto deja una marca en el cristal.
La aguja marca 80 kilómetros por hora. Decidimos bajar la velocidad a 60. Nuestra idea es matar la menor cantidad de mariposas posible. Decido contar el total de mariposas que se choquen contra el cristal.
Al final del viaje, en aproximadamente 300 kms, cuento 13 mariposas amarillas aplastadas contra el cristal. Para muchas personas, la carretera de alta velocidad es un "avance" pero para estas mariposas la carretera es enviada de la muerte.
La mayoría de los coches iban a más del doble de velocidad que nosotros. Por lo cual el número de mariposas podría llegar a un millón.
Seguro que los defensores de la carretera encontrarían una explicación científica para afirmar que estos cálculos están equivocados.
Sin embargo esto no es lo importante, y dejando a un lado las matemáticas y usando el sentido común: ¿Has observado que después de cada viaje hay una gran cantidad de insectos aplastados en la parte delantera de tu carro? ¿Te has preguntado alguna vez cuántos insectos matamos cada vez que salimos de paseo?
Observando las manchas amarillas en el cristal pienso en los peligros que acechan a las mariposas y el resto de habitantes de la selva.
Las que no sean atropelladas por los camiones corren el riesgo de morir envenenadas por los químicos. Y si la carretera y los químicos no las matan, los herbicidas destruirán las plantas silvestres de las que se alimentan haciendo que se mueran de hambre. ¿Sucederá en Calakmul como sucedió en mi tierra donde apenas quedan ya mariposas?
Cuando era niño, antes de que llegara a mi pueblo el falso "progreso", pasaba mucho tiempo recorriendo los montes, subido a los árboles y en las piedras. Uno de mis lugares favoritos era la Torre Pajarete, una fortaleza árabe que hay muy cerca de mi pueblo. Durante aquellos años vi en estas aventuras venados, jabalíes, jinetas, zorros, comadrejas, hurones, salamandras, culebras, víboras, lagartijas y muchas aves.
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Una niña viaja en pequeño autobus junto a la carretera que une Campeche y Mérida. |
Desde la torre abandonada, que se derrumbó hace poco, vi un inmenso desierto de tierras deforestadas y áridas. Tierras sembradas con transgénicos y contaminadas durante décadas por agroquímicos.
En mi infancia no fui capaz de comprender que la carretera, en lugar de traer progreso, se dedicaría en silencio a matar a los insectos y a los animales.
Tampoco que los químicos que la gente echaba en su huerto, que todos decían que eran "buenísimos" y "no hacían daño", acabarían destruyendo, en colaboración estrecha con la carretera, gran parte de la vida salvaje.
Un día antes de nuestra llegada a Calakmul, la UNESCO celebraba un acto donde declaraba a Calakmul Patrimonio de la Humanidad. A la misma hora, en la carretera, centenas de insectos, quizá miles, morían aplastados contra los automóviles y los camiones.
Los murciélagos
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Un insecto posado en el mosquitero del restaurante del Hotel Puerta Calakmul. Los mosquiteros protegen de los insectos sin la necesidad de usar fuertes venenos. |
Desde la antiguedad, los mayas han hecho sus caminos con tierra blanca para que de noche se iluminen con el reflejo de luz de la luna y de las estrellas. De esta forma natural los mayas nunca tuvieron necesidad de usar electricidad.
La imposición de la cultura europea en América hizo que se comenzaran a usar luces artificiales. Del camino maya que usaba la luz del cielo y las estrellas se pasó al ecocidio de las carreteras modernas, destructivas y contaminantes.
Iluminarte con electricidad cuando puedes hacerlo gratis con el sol o la luna es por supuesto estúpido. Sin embargo nuestra sociedad afirma que las luces artificiales son una prueba de "evolución", "modernidad" y "desarrollo".
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Ciudad maya de Calakmul, Campeche |
Los murciélagos comienzan a salir de la cueva formando una enorme espiral. Es como si un río estuviera cruzando el cielo. Estos expertos voladores pasan junto a nosotros con una precisión asombrosa.
Un recuerdo de mi niñez viene a mi mente. Cuando tenía diez años, unos amigos me invitaron a jugar.
El juego consistía en tirar colillas de cigarro a los murciélagos. Los animales, engañados, creían que las colillas eran insectos y se las comían.
Lo que no sabíamos nosotros es que mientras engañábamos y matábamos a los murciélagos, nosotros también éramos engañados. El juego de los que nos engañaban a nosotros era hacer que nos fumáramos unos cigarros que tenían, entre otros muchos venenos, cianuro y arsénico.
Hoy entiendo todo: ¿Cómo va a respetar a la naturaleza una persona que contamina su propio cuerpo con cigarrillos envenenados?¿Cómo le van a importar los murciélagos a unas personas que no respetan ni a sus propios cuerpos?
En el Códice Magliabechiano, se dice que Quetzalcóatl-Kukulkan envió a un murciélago a morder la vulva de la diosa Xochiquétzal. Desde ese momento la mujer recibió el don de la fertilidad y de la menstruación.
Observando el río de murciélagos me pregunto si no deberíamos abandonar el mundo occidental, basado en energías artificiales, contaminantes y no renovables.
Quizá deberíamos aprender de los mayas y convivir con la naturaleza en lugar de jugar a dominarla. Caminando en silencio por el camino blanco, iluminados por la luz de las estrellas y de la luna, regresamos a la carretera.
Demasiadas películas
Ya en la salida nos encontramos a una mujer que tiene un ataque de pánico y está siendo auxiliada por los policías.
Debido a una "sobredosis" de películas, la mujer ha perdido totalmente el contacto con la realidad y huye de unos murciélagos inofensivos.
Si viera menos películas y viviera en el mundo real, esta mujer se daría cuenta de que el verdadero peligro está en la carretera y no en estos murciélagos que ella ve como vampiros.
Si no estuviera desconectada de la realidad también sabría que México ocupa el séptimo lugar del mundo en muertes por accidentes de tránsito, con 24.000 fallecimientos al año mientras que estos simpáticos murciélagos, ni han atacado, ni atacarán nunca a nadie.
Un cuento de los mayas lacandones explica muy bien lo que sucede a los que ven muchas películas y se alejan de la realidad. La historia dice así: Hablaban unos jóvenes sobre los peligros de los animales del bosque, de la serpiente y su mortal picadura, del jaguar acechando para cazar a su presa, del escorpión con su aguijón envenenado. Llevados por la imaginación cada uno de los jóvenes exageraba su historia. Desde un rincón un sabio anciano los escuchaba atentamente. Después de un rato, el anciano salió al monte y tomó una serpiente en sus manos, la llevó donde estaban los jóvenes y les dijo: ¿Vieron como agarro la serpiente? ¿Vieron como no me hace nada? Con suavidad, el anciano dejó a la serpiente venenosa en el suelo la cual se adentró tranquilamente en la selva. El anciano, volviéndose hacia los jóvenes con severidad les dijo: ¿Vieron muchachos? No hay animal peligroso, lo peligroso son sus cabezas. Y que razón tenía el anciano, lo más peligroso siempre es la ignorancia.
Antes de entrar en el coche un murciélago se choca con fuerza contra el cristal. Su perfecto radar no detecta los cristales de los coches y se golpea aunque el coche está todavía estacionado.
Un segundo después, al dirigir la mirada hacia la carretera, veo muchos murciélagos que vuelan directamente hacia la carretera. Una señal, que nadie respeta, dice que los vehículos deben ir a 40 kilómetros por hora. Los murciélagos vuelan directamente hacia los camiones que pasan a gran velocidad. Observando esta imagen me pregunto cuántos de ellos morirán atropellados en la carretera cada noche.
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Murciélagos volando con la luna en Calakmul |
Al llegar al hotel nos metemos en la alberca a observar el cielo. Estamos en agosto, la mejor época para ver estrellas fugaces.
Del otro lado de la alberca oímos unos ruidos, un animal salvaje se acerca para beber. No vemos al animal pero escuchamos como se acerca pisando las hojas secas.
Escuchar el sonido de la lengua del animal que toma agua en la parte oscura de la piscina es fascinante. Sentimos su mágica presencia.
En ese momento comprendo el peligro en el que se encuentra este animal y siento mucha compasión por él. Podría morir atropellado cruzando la carretera o ser víctima de los químicos que se arrojan en las cercanías de la reserva.
Cuando termina de beber oímos sus pisadas en las hojas secas mientras se aleja. Entonces sus pasos se pierden opacados por el estruendo de los motores de los camiones, enviados por el diablo, que pasan a gran velocidad por la carretera.
Regresamos a las cabañas, iluminados por la luz de la la luna y de las estrellas, mientras prometo al animal que se adentra en la selva que intentaré ayudarlo escribiendo este texto.
Los murciélagos saliendo de la cueva de Calakmul en Campeche, en la Península de Yucatán
Restaurante Marganzo
Hotel Puerta Calakmul
Cueva de Murciélagos
Fuentes consultadas y adicionales
Ampliación de la carretera en Calakmul pone en riesgo a los murciélagos
Guerras químicas, accidentes químicos
Encima de todo, una puñalada transgénica
Correlación altísima entre el uso de glifosato asociado a transgénicos y 22 enfermedades (En inglés)
La antigua ciudad maya de Calakmul
Ampliación de carretera en la reserva de Calakmul pone en riesgo importante nido de murciélagos
Calakmul Patrimonio de la Humanidad
Otro descubrimiento lleva a los transgénicos al banquillo
Zotz: El murciélago en la cultura maya
Los Grandes Caminos de las Ciudades Mayas
México ocupa el séptimo lugar mundial en muertes por accidentes de tránsito
No tan dulce honey