Mi propio mundo

Prado del Rey, en la Sierra de Cádiz, Andalucía, España
(Foto © Chico Sánchez - Derechos Reservados)
Mi pueblo resultó ser una excelente caricatura de lo que fue para España el viaje turbulento al "primer mundo", que llaman Europa.

El primer recuerdo que tengo de la llegada del "progreso" fue cuando cerraron el cine-teatro y pusieron un banco.

Que cerraran un teatro para abrir un banco fue un signo muy claro de cuál iba a ser el destino de los habitantes de mi pueblo: la deuda.

Mis antepasados, los españoles, conquistaron un día el mundo usando sus barcos. Me parece irónico que hoy, quizá pagando esa deuda, estén siendo conquistados también, pero no con barcos, sino con bancos.

Otro "avance" que trajo la "cultura moderna" a mi pueblo fue que arrancaron miles de árboles, muchos de ellos encinas y olivos centenarios. Aquellos ataques indiscriminados al medioambiente todavía continúan hoy de forma despiadada.

Casi todos los árboles frutales que había en mi barrio y hasta el amasco de mi puerta fueron arrancados en el nombre del "progreso". Olivares y viñedos centenarios que daban vida a miles de familias y a mucha vida salvaje también fueron arrancados.

Decía un amigo periodista, para desacreditar mi blog, que no le pusiera como ejemplo a mi pueblo. ¿Y entonces que hago? Le pregunté ¿Hago como tú y tomo como referencia lo que me digan mis "fuentes" sin dudarlo? ¿Escribo todo lo que me digan otros, sin ni siquiera poder comprobarlo, y lo publico como si fuera la verdad?

Le comenté a este amigo que, con humildad, prefiero equivocarme yo antes que vivir creyendo en unas "fuentes" que no conozco o escribir sobre cosas que otros me dicen y no puedo comprobar. Dicho de otra forma: Me quedaré con mi pequeña verdad, aunque sea una verdad muy pequeña, porque siempre será mejor que repetir las cosas que me dicen los demás como si fuera un loro.

Hace unos años pasé junto a un viejo olivar en el que jugaba a corretear conejos cuando era niño y vi a una máquina que recogía aceitunas de unos jóvenes olivos sembrados hace pocos años.

Un vecino me dijo que no sabía donde íbamos a llegar, porque aquella máquina hacía el el trabajo de 20 personas en un sólo día.  Y fue en ese momento cuando comprendí porqué las autoridades europeas habían pedido que se arrancara aquel viejo olivar: ¡Tenían planeado sustituir a los jornaleros por máquinas!

Otro "avance" del primermundismo fue que, de repente, para ser un ciudadano ejemplar había que tener obligatoriamente el carnet y usar el coche para trasladarse desde tu casa al trabajo. En esta España moderna, el mismísimo Einstein, como no tenía carnet de conducir, jamás encontraría trabajo.

No le importó a las autoridades que en mi pueblo la distancia más larga estuviera a diez minutos andando, ni el gran gasto de gasolina que las instituciones harían usando coches para distancias tan cortas, ni que se tardara más en aparcar que en llegar caminando.

Las autoridades comenzaron a exigirle a todo el mundo que se sacaran el carnet , que costaba una "fortuna", y así muchas personas pasaron de caminar gratis a la sombra de los naranjos a pagar unos euros de gasolina diarios convirtiéndose en esclavos.

Con la llegada de la "obligatoriedad" de los coches, muchas personas se vieron forzadas a trabajar de sol a sol para pagar los impuestos, los permisos de circulación, la gasolina y las reparaciones, y todo para trabajar en un pueblo en el que ¡todo estaba a cinco minutos andando!

Pino recién cortado en este año 2013.
 (Foto © Chico Sánchez - Derechos Reservados)
Gastar uno o dos euros diarios en gasolina para ir a un lugar que está a quinientos metros de tu casa no es inteligente ni sabio, pero, seamos sinceros, en el mundo "moderno": ¿Qué importan la inteligencia o la sabudiría?

En aquellos años, por negarme a pedir una hipoteca y comprarme un coche pasé a ser considerado "oficialmente" un "loco" y un "atrasado".

Y así, mientras yo daba mis paseos a la sombra de los naranjos y los limoneros, vi como los demás fueron cayendo, uno tras otro, en la trampa que los políticos, los vendedores de coches y los bancos les habían puesto.

En 1999, cansado de ver tanta destrucción y tanta insensatez, decidí alertar a todos del oscuro futuro que se avecinaba y escribí en el Noticiero Pradense, una publicación anual estos dos poemas:

Las obras de la sociedad. Siglo XX
(Chico Sánchez, Noticiero Pradense. 1999) 

Obras que se elevan en un mar nebuloso de cifras, cantidades y una supuesta justicia para todos.
Un río secreto de neurosis y desvaríos tan cercanos a la muerte como el muerto mismo.
Una sucesión de extasis y desafío que fluyen del desierto del dolor inadvertido.
Un sonoro ruido que hace de las máquinas un destino numeroso y libertino.
Una nube de humo que puebla el horizonte de los lechos de amor temprano.
Cifras inmensas que en su cielo abarcan de un amor al más cruel desvarío.
Hormigueros humanos que se hallan escribiendo en las páginas del futuro.
Una cruenta medida que expresa en un cuaderno en qué número y a qué precio el dolor ha de ser compartido.
Una fiesta que oculta en el sotano crímenes y millones de estómagos vacíos.
Un sistema que terminará venciendo al más inmenso océano conocido.
Un plan profundo capaz de borrar al hombre de su camino. 

El mundo
(Chico Sanchez, Noticiero Pradense, 1999)

El mundo,
se arrastra hacia la basura.
El amanecer,
contaminado agoniza en el horizonte.
La cultura,
tiene un virus y esta descartada.
Los frutos de la aurora
ya no son tan hermosos.
Los filósofos son poetas autómatas.
Todos: programados.
La naturaleza
es una materia decrepita,
abandonada a nuestra suerte.
Los arboles,
arden pasivos e indefensos.
La tierra,
es un desecho extenuado,
universo de decadentes civilizados.
-El hombre tomó este camino,
perder el mundo, y se perdió,
y con él el mundo.-

En realidad, no hay ningún mérito en mis predicciónes: no había que ser muy inteligente para darse cuenta de la trampa que las élites estaban tendiendo a la humanidad, para saber donde iba a acabar el mundo sólo había que tener los ojos abiertos.

Tras la publicación de estos poemas la gente me paraba por la calle y me decía: "-Muy bonitas tus poesías, Chico, pero muy pesimistas." o "-Muy bien escrito, Chico, pero un poco pesimista." Acababa de convertirme en un "pesimista" oficial.

Hoy comprendo que ser optimista o pesimista no es lo que soluciona los problemas, el optimismo y el pesimismo son excusas. Lo único realmente valioso es aceptar las cosas como son, para bien o para mal, y tomar acciones. Para arreglar un problema primero hay que ser "pesimista" y reconocerlo.

Saltamontes atrapado en automóvil.
 (Foto © Chico Sánchez - Derechos Reservados)
Otro razonamiento lógico de la gente era muy sencillo: ¿Cómo podía yo, que ni siquiera fui a la universidad, saber más que los "estudios científicos" que decían que nuestro mundo se dirigía a un paraiso?

Hoy, releyendo mis textos me pregunto: ¿Donde están hoy los estudios "científicos" que me desmentían? ¿Donde están las falsas previsiones económicas de una prensa que prometía un paraíso terrenal? ¿Donde están las promesas de los políticos que afirmaban que todo sería de color de rosa y que yo era un "pesimista"?

La vida ha demostrado que yo, el "loco" y  "analfabeto", que no fue a la universidad, no estaba tan lejos de la verdad. Y cada día que pasa parece que estoy "menos loco".

El año 2013 me encontré con un buen amigo que me dijo: ...tu eres de los que lo decías, tu decías que esto iba a acabar mal, y no te hicimos caso. ¿Te acuerdas? Eramos como los peces, que ni siquiera saben que está rodeado de agua.

En ese momento recordé las muchas conversaciones en las cuales yo daba mi opinión y mis amigos me desmentían porque "el periódico dijo", o "en la radio dijeron" o "en la televisión salió". Hoy comprendo que todo esto pasaba porque vivimos en una sociedad de repetidores e imitadores. Nuestra generación renunció a pensar y se limitó a repetir o imitar lo que decían los demás. ¿Cuánto cambiaría el mundo si recuperáramos la libertad y volviéramos a pensar por nosotros mismos?

Pero: ¿Quién soy yo para juzgarlos a ellos? ¿No son libres las personas de elegir que vida quieren vivir, aunque sea una pesadilla? Si las personas quieren defender un sistema económico que parece estar diseñado para arruinarlos y esclavizarlos: ¿No tienen derecho a hacerlo? Lo cierto es que las personas tienen derecho a elegir, incluso, el camino que lleva a la perdición.

Además: ¿Cómo podría yo dar lecciones a nadie?. Si yo también participo de este sistema, cometo muchos errores y, para bien o para mal, me encuentro atrapado en mi propio mundo.


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