Visitaremos una hacienda minera abandonada conocida como el pueblo fantasma.
Tras subir a un cerro, ante nosotros aparece una montaña devastada sobre la que hay una pequeña nube solitaria.
El agua no va donde no hay árboles dicen los campesinos de mi pueblo, cosa que es muy cierta.
Hoy, los científicos, poniéndo en riesgo a todos nosotros, han querido desafiar a la naturaleza y han creado la geoingeniería, la manipulación del clima de forma artificial, y se ha desencadenado una guerra entre la naturaleza y las fumigaciones, y se están provocando unos cambios climáticos muy peligrosos. De nuevo el planeta sufriendo las consecuencias de los terribles inventos de la ciencia, que no tiene conciencia.
¿Te has preguntado alguna vez cómo se formaron los desiertos? ¿Crees que es natural que haya tanta tierra seca?
Yo nunca me lo había preguntado y en este viaje encontré la respuesta: Los causantes de muchos de los desiertos son las industrias.
Esta montaña es uno de estos ejemplos de desertificación provocada por la industria. Hace pocos siglos en esta sierra había bosques en los que los seres humanos convivían en armonía con la naturaleza.
Es curioso que las personas no comprendieran que la mina, después de destruir sus bosques se iría y los dejaría sin recursos que explotar.
Un refrán popular habla del hambre para hoy y la miseria para mañana. Y eso le pasó a este pueblo, eligieron mina para hoy y el desierto para mañana.
Y como los seres humanos somos expertos en repetir nuestros errores y ya existe un proyecto para abrir nuevas minas en la Sierra de Catorce.
Nos adentramos en el desierto y el olor de las plantas medicinales se vuelve muy intenso. Nos contaron los vecinos que rozándose con las plantas y respirando su aroma las personas se curan de sus enfermedades. Al final del día nuestra ropa acaba perfumada con las plantas aromáticas del desierto.
Esta tierra, destruida y despreciada por los intereses económicos de las grandes industrias, no para de dar vida a pesar de los ataques que recibe.
Estoy contemplando el verdadero amor: el amor incondicional de la Madre Tierra por sus hijos.
Tras una horas caminando por el desierto llegamos a los edificios abandonados de una antigua mina.
Los turistas se toman fotos frente al pozo rectangular por donde los mineros bajaban al infierno subterráneo.
Para mostrar la profundidad del agujero un guía tira una piedra que tarda muchos segundos en caer, son cientos de metros de caída.
Junto al pozo siento vértigo. Se siente el dolor de la tierra y de los mineros muertos. Es como si las almas de las personas que murieron estuvieran pidiendo que se les recuerde, recordarlos los ayudará a dejar del infierno donde perecieron.
Guiados por la luz de una linterna nos metemos bajo tierra.
Nuestro joven guía nos explica como era el trabajo del minero mientras su compañero lo ilumina con una linterna en medio de un calor muy intenso.
Nos cuenta la historia de El Jergas, un ser que se aparece a los mineros llamándolos por su nombre y que les promete llevarlos donde está la plata.
Cuando los mineros se acercan, el Jergas los atrapa y se los lleva cargados en la espalda para arrojarlos, a veces muertos, sobre las vetas de plata.
La historia me recuerda a las leyendas de las cuevas mayas de Yucatán donde se habla de extraños seres con forma de serpiente, unos dragones con alas.
Termino la visita y subo a las ruinas del edificio principal. A través de una ventana observo el desierto y viendo la tierra destruida me pregunto: ¿Cuando entenderemos que hay que vivir en armonía con la naturaleza? ¿Esperaremos a que todo nuestro planeta sea inhabitable y se convierta en un desierto para comprenderlo?
Visiones
Han pasado varios días desde que visité la mina abandonada de Real Catorce y estoy en Guanajuato, otra ciudad minera del centro de México, y mientras visito el Museo del Pueblo, con las imágenes del desierto de Real de Catorce en mi mente me pregunto: ¿Qué sucederá si continuamos abriendo minas y creando industrias que deforesten los bosques que quedan?¿Podrá destruir la falta de conciencia de nuestra ciencia el planeta tierra?
En ese momento tengo una visión, una premonición. A mi mente viene la imagen de un planeta destruido y desierto, una tierra sin árboles, sin animales, con el horizonte opacado por humos negros, ríos contaminados y océanos cubiertos de plástico.
Con la imagen de un planeta destruido en mi mente subo las escaleras hasta el tercer piso, en ese momento sucede lo que los creyentes llamarían un milagro y los ateos una gran casualidad.
Las mismas visiones que vi en el piso de abajo están pintadas en los cuadros que cuelgan de las paredes. Recibo una gran impresión al verlas.
La vida es misteriosa y yo me pregunto: ¿Cómo es posible que la misma visión de la tierra arrasada que tuve hace unos minutos se encuentre expuesta en este mismo museo?¿Será que el autor y yo hemos compartido la misma lógica llegando a la misma conclusión? ¿O serán estas imágenes una visión del futuro de lo que le espera a la tierra si la humanidad no hace un cambio profundo de sus valores?
Los poseídos
La visita a Real de Catorce ha hecho que mi visión del mundo cambie de forma radical.
Ver la destrucción que provoca la minería me ha enseñado que tengo que consumir lo imprescindible.
Cada consumo que haga por capricho o sin necesidad, provocará que la tierra sea destruida un poco más.
No se trata de volver a las cavernas, sino de aportar un granito de arena. Se puede regresar a la naturaleza sin dejar atrás lo bueno del progreso.
Han pasado unas semanas y me encuentro en la selva de Calakmul, en la Península de Yucatán.
Conocer la destrucción de los bosques del centro de México hace que comprenda la fragilidad de esta selva y la necesidad de protegerla. Las mineras o las industrias destruirían los bosques de Yucatán en cuestión de meses.
Para hacerlo, sólo necesitarían una gran carretera o un tren, y con estos, podrían extraer todos los recursos en muy pocos meses, dejando la tierra arrasada.
Si hace dos siglos, usando serruchos, picos y palas, las mineras fueron capaces de destruir la Sierra de Catorce en sólo cincuenta años. Con las máquinas que hay hoy: ¿Cuánto tardarían en destruirlo todo?
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Las ciudades con sus industrias han aumentado la producción de plásticos y están provocando la aparición de una isla de plástico en el Pacífico. |
No me gusta escuchar las conversaciones de los demás, pero estas personas hablan tan fuerte que es imposible no escucharlas.
Cuando una de las mujeres dice la palabra plata recuerdo el desierto de San Luis Potosí y no puedo evitar dedicarles toda mi atención.
La mujer explica que renueva su ropa y sus joyas cada año porque no quiere estar anticuada; quiere estar siempre a la última moda. Afirma orgullosa que para cada boda compra ropa y joyas nuevas.
Su amiga cuenta despectivamente que una amiga suya llevó la misma ropa a dos bodas seguidas. Ambas ríen a carcajadas.
Cuando llega el turno a los hombres el tema se centra en el motor y el alcohol.
En el infierno se arde, y eso es lo que hacen estas personas: "quemar" los recursos por puro gusto.
Yo, que acabo de ver los daños que sufre la tierra para la extracción de los minerales me pregunto: ¿Serán conscientes estas personas de lo que sufre nuestro planeta para que ellos puedan cambiar de coche, de ropa o de joyas cada año?
Como la mayoría de nuestra sociedad, estas personas no parecen malas personas, simplemente no son conscientes del efecto que sus acciones provocan.
La ignorancia es siempre peor que la maldad, porque el malo destruye para lograr algo y después descansa. Sin embargo, un ignorante nunca descansa de su ignorancia.
El planeta que estas personas le dejarían a sus descendientes, si seguimos a este ritmo, sería un planeta muy parecido al infierno.
Un planeta seco y extremadamente caluroso, lleno de refinerías, carreteras y minas con olor a azufre.
Mares cubiertos de plásticos y contaminados con productos químicos donde apenas habría recursos para subsistir. Un desierto triste y seco sin bosques ni animales.
Es probable que hayas pensado que no quieres volver al mundo de las cavernas y quieres seguir viviendo tu vida con todas las comodidades.
Obviamente tienes razón, muchos avances han hecho nuestra vida mejor y deberíamos disfrutarlos. Pero: ¿Crees que tiene sentido destruir nuestro planeta y sus recursos naturales para que una mujer cambie de ropa y de joyas cada temporada o para que su esposo cambie de automóvil teniendo uno que funciona? ¿Merece la pena destruir tanta vida para estos lujos absurdos e innecesarios?
Y entonces comprendo que estas personas, sin saberlo, están creando su propio infierno aquí en la tierra y están poseídas por su dinero y sus bienes materiales, están "marcados" por la última moda. Son esclavos de sus egos, de sus joyas, de sus ropas y de sus coches. Y entonces me pregunto: ¿De cuántas de mis posesiones seré yo esclavo y no me estaré dando cuenta?
Un paseo por la ciudad
Ha pasado un mes desde que terminé mi Viaje al Centro del Universo y estoy dando un paseo por una importante avenida de la Ciudad de México.
Mientras camino, a mi mente regresan las visiones que compartí con el artista Sergio Garval.
Recuerdo especialmente una de las obras en las que una pareja de deportistas posan en un lugar repleto de televisiones y basura sin darse cuenta del ambiente decadente que los rodea.
El cuadro de Garval toma vida frente a mis ojos cuando unos deportistas pasan corriendo por la avenida sin darse cuenta de la nube de humo tóxico que contamina la ciudad, que no deja ver el azul del cielo y que ellos están respirando.
Como si no pasara nada, la gente pasa las horas en los restaurantes llenos de pantallas de televisión que retransmiten partidos de fútbol todo el día. Mientras que sus futuros cada vez son más negros, como las nube de humo que hay sobre los edificios y como las pantallas de sus televisiones
Las personas con las que me cruzo, cómo los zombies que veo en los cuadros, parecen ignorar que si seguimos consumiendo recursos sin control, acabaremos viviendo en un planeta destruido.
No creo poder hacer mucho para evitar que las industrias destruyan este planeta, tampoco creo que yo, una sola persona pueda cambiarlo. Pero lo que sí puedo hacer es dejar de consumir lo que no sea imprescindible.
No se trata de martirizarse, ni de sacrificar la vida en ello, sino simplemente aportar un granito de arena, y no tirar algo que esté nuevo, y no usar plásticos siempre que se pueda, y sólo usar las cosas cuando de verdad se necesitan.
Como dicen los chinos que un largo camino comienza con un paso y para comenzar, en lugar de comprarme unos nuevos pantalones llevaré los viejos a un sastre para que los arregle.
Si te gustan mis historias te recomiendo mis libros:
El curso de la vida: https://tocapartituras.org/partitura/el-curso-de-la-vida-libro-de-chico-sanchez
La Profecía de los Jaguares: https://tocapartituras.org/partitura/la-profecia-de-los-jaguares-libro-de-chico-sanchez
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Mi música: https://tocapartituras.org/?s=chico+sanchez+musica
Capítulo siguiente: Viaje al Centro del Universo. Parte 6: Descartando a Descartes
Real de Catorce
Museo del Pueblo, Guanajuato
Restaurante Los Campos, Guanajuato
Hotel Puerta Calakmul
Fuentes consultadas y adicionales
Real de Catorce
Museo del Pueblo de Guanajuato
www.sergiogarval.com
Balduino Román Macías
Kenneth A. Wilson photography
El Jergas de Real de Catorce
Real de Catorce y el acecho de First Majestic. La Jornada
Minería en Wirikuta y la gente del desierto. La Jornada
México, paraiso fiscal para mineras canadienses, revela análisis. La Jornada
Hay 192 conflictos con comunidades indígenas en México. La Jornada
Devastación, de la mano de concesiones mineras. La Jornada
Cianobacterias en la historia y el futuro del planeta
Mural completo de José Chávez Morado